Hace 30 años que trabaja el campo, en Inriville, en la provincia de Córdoba. Tantos años como los que se necesitan para construir una familia, una casa, y hasta un pueblo. Omar Grazioli, de él se trata, es el eslabón de una cadena, uno de los nexos en la red que cada productor agropecuario teje allí donde trabaja. Su historia es un fiel reflejo del movimiento socio-económico que origina la práctica de la agricultura en miles de pueblos del interior de la Argentina.
Actualmente produce trigo, maíz y soja, en 1.000 hectáreas, entre propias y arrendadas. Y también intentó con la ganadería. "Tuvimos hacienda hasta hace cuatro años. Pero, debido a la situación actual, dejó de ser rentable", explica Nahuel Grazioli, hijo mayor y socio de Omar en el negocio.
La familia reside ahora en Casilda (Santa Fe), pero padre e hijo viven en el campo toda la semana. La producción agropecuaria está en la historia de los Grazioli. Sus antepasados vinieron de Italia "a colonizar la tierra de Santa Fe". Y ya son cinco las generaciones que se dedican al agro. Con su mujer, Omar tuvo tres hijos: dos varones, ambos ingenieros agrónomos recibidos en la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Rosario, en Zavalla, y una hija, dedicada al diseño gráfico.
Más allá del movimiento que generan en Inriville, y en Casilda, Grazioli padre destaca que, cuando "el campo envía a sus hijos a estudiar a la ciudad", reactiva allí incluso el sector inmobiliario. Rosario, donde estudiaron los Grazioli, es un caso emblemático, pero lo mismo ocurre en muchas otras localidades del interior.
Empresa nodo
En el esquema de trabajo del campo moderno en la Argentina, el uso e innovaciones tecnológicas y comunicacionales modificó en muchos sentidos la forma en que se desarrolla el negocio agrícola, cada vez con más vasos comunicantes hacia distintas actividades. En el caso de los Grazioli, su empresa comienza la etapa de producción con la compra de insumos en acopios y agronomías de la zona, y se extiende mucho más allá de sus límites geográficos, generando un flujo económico que dinamiza la región.
El proceso de producción y comercialización de granos de la empresa es una muestra clara del funcionamiento en red, del movimiento socio- económico que implica la actividad agropecuaria.
Los Grazioli se ocupan de todas las labores: siembra, pulverización, cosecha, fertilización, "embolsado y extracción". La producción se lleva a cabo a partir de maquinaria propia, que habitualmente compran en fábricas alrededor de Inriville: en Monte Maíz, Arequito y Marcos Juárez. Se activan, con ello, talleres metalúrgicos, gomerías, pinturerías, y se incrementa el número de asalariados en otras pymes, proveedoras de insumos y servicios conexos.
Luego, para el almacenamiento, Nahuel Grazioli explica que tienen "una planta, no muy grande y silobolsas, que conseguimos en la zona". Y agrega: "además, poseemos dos camiones para llevar el cereal al puerto". Esos camiones generan trabajo para estaciones de servicios, talleres, gomerías, parrillas y restaurantes. Y la cuenta sigue.
En total, la sociedad de los Grazioli cuenta con cinco empleados permanentes y dos transitorios, que provienen del norte de Santa Fe, de Casilda, y de la propia Inriville. "Tenemos dos choferes para el transporte y tres empleados fijos.
Y por tareas que requieren un esfuerzo excepcional se contratan más empleados bajo la norma de trabajo agrario temporario", detalla Nahuel. Esos empleados también traccionarán en la demanda de los comercios locales, almacenes, zapaterías, panaderías, e infinidad de comercios más.
Para movilizarse en el campo, poseen tres camionetas, adquiridas en concesionarios del pueblo de San José de la Esquina. Más allá de los camiones, las "chatas" implican más cubiertas, gasoil, filtros, accesorios y servicios. Además, cuentan con otras herramientas de trabajo asociadas a la tecnología -telefonía celular, GPS, monitores de siembra y cosecha- que también se compran en comercios de la zona. Lo hacen allí "porque son muy importantes los servicios de post- venta", explica.
Respecto a la comercialización de lo producido, manejan dos vías: parte va a través de acopios (canje por compra de agroquímicos y fertilizantes), y el resto mediante "venta directa", de la que se ocupa un corredor de Rosario. La mercadería llega a puerto en sus propios camiones, adquiridos en concesionarias de la misma ciudad. Se demandan también servicios profesionales de abogados, contadores, y bancos
En cuanto a la inversión promedio por hectárea, "hablamos de alrededor 480 dólares en maíz, entre 310 y 320 dólares en trigo, 180 dólares para soja de primera y 130 en soja de segunda", estima Nahuel. Este capital circula en toda la región comprendida entre el sudeste de Córdoba y Rosario, dice el joven ingeniero, cuyos datos permiten entender porqué la protesta del campo tiene tanto apoyo en los pueblos y ciudad del interior. Aunque allí viven muchos que no son productores agropecuarios, sin dudas forman parte del negocio.
Florencia Sambito. Especial para Clarín.